¿Alguna vez te has preguntado por qué de pequeño te recordaban una y otra vez que te lavases las manos antes de comer?
Cualquier adulto sabe que esta recomendación trataba de impedir que los microoganismos presentes en tus manos después de jugar, llegasen a tu estómago a través de los alimentos que ibas a ingerir.
Sin embargo, algo tan obvio, a veces se nos olvida cuando manipulamos alimentos… Muchos adultos saben que es importante lavarse las manos antes de empezar a cocinar, pero también lo es mientras cocinamos y una vez que hemos terminado. La mayoría sabe que debe lavarse las manos después de tocarse la nariz, estornudar, toser, cambiar pañales, atender a una persona enferma o tirar la bolsa de la basura. Pero, ¿qué sucede cuando tocamos los pescados o carnes que hemos comprado al meterlos en el frigorífico? ¿Y cuando guardamos la comida que nos ha sobrado? En el primer caso, las bacterias presentes en los alimentos crudos, contaminarían nuestras manos, y a continuación, las diseminaríamos por todo aquello que tocásemos si no nos lavásemos las manos. En el segundo caso, somos nosotros los que podemos contaminar con nuestras manos esos alimentos que nos han sobrado.
Otro ejemplo muy habitual hoy en día tiene que ver con el uso del teléfono móvil. En todas aquellas situaciones en las que se debe lavar las manos y no se hace, como por ejemplo después de ir al baño, y debido a la cantidad de veces al día que tocamos nuestro teléfono, éste se convierten en un foco de bacterias, como Escherichia coli. Debido a esta falta de higiene, se contribuye además a diseminar esos seres que a simple vista no se ven, a todos aquellos lugares y utensilios que tocamos.
Para un lavado correcto de manos, debemos frotarlas con agua y jabón durante 20 segundos, después aclararlas y por último, secarlas, mejor con papel que con toalla.
En vez de insistir a nuestros niños que se laven las manos, sería una buena estrategia de prevención para el futuro conseguir que adquieran el hábito por imitación de los mayores.
Puesto que “más vale prevenir que curar”, con un gesto tan sencillo, se pueden evitar muchas enfermedades…también las que se transmiten por el consumo de alimentos.